martes, 13 de septiembre de 2016

Apunta y dispara.

Y a mis enemigos ya no les apunto con mis armas, aprendí a tirar mi munición y levantar la cabeza. Matándolos con pura amabilidad. Dejé de afilar cuchillos para darle brillo a mi sonrisa; que se preguntaran lo que sucedía.

Intriga, siempre me ha gustado crear intriga, que se queden con ganas de saber más, de saber porqué les doy agua cuando podría dejarles agonizando muy lentamente. Dando guantazos sin mano, que esos son los que más duelen. Y si me lo dan a mí, pues se pone la otra mejilla. Señalandoles los sitios en los que no me han acuchillado, para que lo hagan otra vez.

Porque creo en el karma, en su magnífico trabajo y en que tiene una tasa de fallo del 0%. Más tarde o más temprano, a cada cerdo le llega su San Martín. Y ahí estaré yo, esperando paciente en el matadero para ver como hace efecto la ley de acción-reacción. Un boomerang que siempre vuelve con fuerzas.

La venganza es dulce, tanto que los diabéticos la tienen prohibida. Aún así también trae sus consecuencias, te envenena, te desgasta, te trae dolor. Por eso soy de la opinión de que el tiempo es el juez más sabio, y que su veredicto siempre va a misa. Si eres culpable o inocente, es por algo.

Apunta y dispara,
no me muevo.
Apunta y vigila tus espaldas,
pero yo sigo aquí.
Apuntas y disparas
aún así me mantengo en pie.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Rise.

Al final me convertí en ese tipo de persona, perdón, me convertiste. Ya no soy de los pisados, la presa, el cazado, el del jaque mate. Ya no. Tampoco soy de los que pisan para marcar, el depredador. No quise transformarme en una versión de ti -aunque hubiese sido mejor que tú en este juego de hacer daño-. Soy de los que cuando pisan el suelo por la mañana oigo al diablo susurrar "Oh mierda, ya está aquí."

Tuve miedo, estaba aterrado, temblando; pero todo en pasado. Adivina, ahora soy invencible. Aunque de todo esto he de darle las gracias a mis miedos, sin él, hoy no sería una versión mejorada de mí. Me hizo fuerte, precavido y frío en los momentos que lo requerían. Vivo como si ya no le hiciese caso a mi corazón, ya no me dejo engañar por él y me guío por la razón.

Supe mirarme con otros ojos y dejé de lado mi "gran" desdicha y la autocompasión. Sentí la rabia corriendo por mis venas, el odio apoderándose de mí, de la mano del rencor. Cual anaconda que lleva un año sin comer, así me tenías; sediento de venganza. Engañado creyendo que tu veneno me mataba sin saber que no eras una amenaza, menosprecié el mío sin darme cuenta de que podría ser mortal si lo utilizaba contra ti. ¿En qué me habría convertido si todo esto hubiese ganado la guerra? Perdí batallas, pero no contra ti, el único enemigo semejante a mi nivel está dentro, soy yo mismo. Y nos aliamos. Ambos tenemos -teníamos- un enemigo común.

El camino fácil era ese. Pero me puse en pie, me sacudí el polvo y reprimí lo que un día redimí, enjaulé mi lado salvaje con las mismas cadenas que tú me ataste.
Le di brillo a la armadura, la prueba clave para el juicio; todas las marcas de pelea estaban ahí. Y eso, fue lo que hizo que hoy sea más fuerte, pero menos que mañana.

Tardé en llegar a la cima, y aunque fue un paso de hormiga el primero -lo que me permitían mis fuerzas- no me llevó hasta allí arriba; pero si me sacó del caos en el que estaba. Lo vi todo más claro, desde otras perspectivas y ángulos. Obtuso yo por no haberme dado cuenta antes.

No me convertí en ti,
no dejé que mis sentimientos me nublaran el juicio.
En resumen, no perdí.
Y que nadie cuestione,
si la balanza está mal inclinada.
Y que nadie hable con la cabeza vacía,
pero llena de mentiras.
Y que no pierdas la paciencia,
que el tiempo es el juez más justo.