martes, 13 de septiembre de 2016

Apunta y dispara.

Y a mis enemigos ya no les apunto con mis armas, aprendí a tirar mi munición y levantar la cabeza. Matándolos con pura amabilidad. Dejé de afilar cuchillos para darle brillo a mi sonrisa; que se preguntaran lo que sucedía.

Intriga, siempre me ha gustado crear intriga, que se queden con ganas de saber más, de saber porqué les doy agua cuando podría dejarles agonizando muy lentamente. Dando guantazos sin mano, que esos son los que más duelen. Y si me lo dan a mí, pues se pone la otra mejilla. Señalandoles los sitios en los que no me han acuchillado, para que lo hagan otra vez.

Porque creo en el karma, en su magnífico trabajo y en que tiene una tasa de fallo del 0%. Más tarde o más temprano, a cada cerdo le llega su San Martín. Y ahí estaré yo, esperando paciente en el matadero para ver como hace efecto la ley de acción-reacción. Un boomerang que siempre vuelve con fuerzas.

La venganza es dulce, tanto que los diabéticos la tienen prohibida. Aún así también trae sus consecuencias, te envenena, te desgasta, te trae dolor. Por eso soy de la opinión de que el tiempo es el juez más sabio, y que su veredicto siempre va a misa. Si eres culpable o inocente, es por algo.

Apunta y dispara,
no me muevo.
Apunta y vigila tus espaldas,
pero yo sigo aquí.
Apuntas y disparas
aún así me mantengo en pie.

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