miércoles, 9 de julio de 2014

Ay de nosotros si pensáramos dos veces...

Un miedo que te atrapa, te congela y te consume. Un miedo que te obligas a sentir cuando las cosas van bien, la verdad es que no queremos ser felices. Nos sentimos mejor cuando todo sale mal, pensamos mal para no decepcionarnos, pensamos mal y juzgamos a las personas que por sus circunstancias actúan de una forma determinada, pero como somos tan cerrados de mente, pues no aceptamos y consideramos que ellos lo hacen mal, y no nosotros. De risa. ¡Hasta hay un dicho! Piensa mal y acertarás. Así están las cosas.

Un miedo que nace cuando nuestra felicidad ya no depende de lo que hagamos o dejemos de hacer, sino de lo que la otra persona haga, una felicidad en base a alguien más, alguien a quien le queremos cortar las alas para que sea nuestro de por vida.

Egoísmo y amor es lo que mueve últimamente el mundo, pero, ¿está la balanza equilibrada? El que diga que sí, miente. Al parecer, la única visión que tenemos es la de nuestro ombligo, no sabemos (o no queremos) ver más allá de él, porque todos sabemos que si nos hacemos los tontos, el mundo va a seguir girando y vamos a poder dormir tranquilamente.

Me asusta pensar que se supone que nosotros somos la raza inteligente, pero en realidad lo único que somos es el cáncer del planeta. Que vivimos en un mundo que es movido por la codicia, la maldad, la corrupción y la desigualdad. Que a pleno siglo XXI se siga mirando mal solo por el hecho de ser como eres, algo que te incita la sociedad, perseguir tus sueños y tal, pero te jodes porque después se reirán y te juzgarán por ser diferente a ellos.

Estamos siendo dirigidos hacia el precipicio, todos en fila india y dirigidos por retrógrados. Donde a cada uno le inyectan unos pensamientos determinados, porque ya nadie piensa por sí mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario