miércoles, 12 de agosto de 2015

No más. Sólo yo.

"Y si por casualidad..." le susurró el corazón a la cabeza, sin saber lo que escondía ese "Y si".
Tantos que te dejan con las ilusiones rotas por arriesgar, por no apostar a caballo ganador.
Cuando me dijiste que no todo era blanco o negro, que también estaba el blanco roto y el gris marengo.

Y si por casualidad no me volvía a romper, sería eso; sólo un milagro con pocas posibilidades de que sucediera. Que no podía arriesgarlo todo por ti, es algo que nunca entendiste. Como yo tampoco hice por entender tus manías hacia mí.
Tres horas bastan para enamorar con una sonrisa. Que no hay un solo segundo en el que no me arrepienta de haber hecho miles de cosas, pero sé que hay luz, y que si no puedo sentir; por lo menos tendré fuerzas para seguir en pie, por muy herido que esté.

Mil o cien, no importa en cuanto me pueda romper, simplemente sé quien soy, de donde vengo y lo más importante, a donde quiero llegar. La compañía irá y vendrá, pero sólo yo me acompañaré en el camino, así que más me valía empezar a quererme un poco, sólo un poco, con apreciarme más que a ti, me podría considerar afortunado conmigo mismo. Que muchas veces no se trata de un 80-20, o un 50-50. A partir de este instante tenía que ser un 100, pero conmigo mismo.

Afán de superación, de demostrar qué tengo en mi interior, de ser capaz de mantener la cabeza en alto y gritar "sigo aquí, esperando el próximo disparo." Que se sabe que todo llega y todo pasa, que todos perdemos a alguien, pero mientras que no nos perdamos a nosotros mismos, no es el fin. Que sí, que todos debemos sonreír porque realmente lo merecemos; y el primer motivo es porque estamos donde estamos y con quien estamos.

Que puede doler mientras se recuerde, pero en un futuro ese dolor sólo será fuerza y resistencia en el músculo involuntario, el encargado de jodernos la vida, pero aún así nos la facilita si acierta.

Todo se resume en tres,
ser, estar o padecerse
Éste último ya no más.
Que no quedan alas,
que no queda mar para sobrevolar.

Como tampoco hay faro que me advierta
del peligro que esconden tus labios.
Advertencias sordas, sin señal luminosa.
Dame tu cara, y no la cruz de esta moneda con la que pagas,
que no es la misma que la mía.

Que mi veneno se vuelve antídoto,
mis muros caen cual castillo de Naipes.
Mi sombra desaparece entre tanta luz,
Y programo mi corazón para que empiece a quererte a mediodía 
y termine como la cenicienta.
Que no, que después se convierte en hortaliza, 
no insistas.
Fin.

Bueno, semifin.



No hay comentarios:

Publicar un comentario