La culpa fue mía esa segunda vez,
tenía frío.
No debí haber vuelto
¿qué le hago?
No recordaba que tu corazón siempre había sido así;
como un témpano de hielo.
Que si una sonrisa no te calienta,
te cedo el mío.
No hay mayor desgracia que no poder amar;
no recibir una pizca de alegría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario