jueves, 7 de abril de 2016

A ti. A ella. A Inma.

A ti, donde siempre he ido a parar cuando necesitaba que me curaras el ala rota, porque siempre te ha gustado verme volar libre. Y alto; rozando el sol. Cuyos brazos siempre me han dado protección, consuelo y coraje. Donde he encontrado un calor que me resultaba familiar, pero también las más duras de las verdades que necesitaba escuchar. 

A ti, que has sabido de mis mejillas limpiar las lágrimas, las cuales parecían ríos desbordados tras un diluvio de siglos. A ti, que has sabido que llore de alegría y ría cuando menos pensaba que podría hacerlo. Tú que siempre has estado al pie del cañón y que has hecho que recobre la felicidad, el brillo en los ojos -que como Lola decía "eso es algo que no se puede operar"-

A ti, que has conseguido alegrar hasta el paseo de los tristes. La Alhambra ha sentido envidia de tu belleza interna, porque esa ha sido siempre tu esencia. Por saber ser y estar, y más conmigo, que sabes que siempre he sido un poco -bastante- difícil de llevar. 

Que dicen que no hay peor sordo que el que no quiere oír, pero es que tus risas son música hasta para el mismísimo Beethoven, el cual creo que se inspiró en ti y no en esa tal Elisa. 
A ti, que aún sabiendo que tus consejos caerían en saco roto conmigo, ahí estabas, ahí te sentía. Haciéndome ver que no se puede ser feliz con un corazón triste. Y que uno que vale oro debe dedicarse a sonreir.

A ti, que sin esperarte llegabas.
A ti, que sin verte te he sentido.
A ti, que la palabra gracias sería un insulto.
A ti, que has sabido sacarme siempre de mis casillas. 
Para llevarme a otras en las que merecía estar.

A ti, porque yo no existiría sin tu tú.

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