miércoles, 11 de marzo de 2015

Geografía de ti.

En cada caricia me perdí en tu mundo de serenidad y protección, sabiendo que ningún fenómeno atmosférico te arrebataría el calor de mi corazón. Situándome en continentes los cuales me moría en vida por explorar y descubrir, los más escondidos y los más expuestos, siempre tenía algo nuevo por conquistar. Estando en ti, estaba en mi paraíso; pero sin infiernos a la vista. Sin oscuridad ni nubes de tormenta. Nunca he podido evitar perderme en ti, buscarte, encontrarme y volver a desaparecer. Como si jugáramos al escondite, tu corazón y yo. Siempre se dejaba encontrar, y mi esmero en esconderme no era muy grande.

Teniendo muy claro mi Norte, en tus ojos lo perdí. Mi Norte, mi Sur y todas mis coordenadas. Mi pizca de vergüenza y mis ganas de dejarte marchar. Como ese verde campo después de cuatro noches lloviendo, y 3 primaveras floreciendo, recién húmedo por las gotas de rocío.
Aquel verde que me enredó sólo como una enredadera podría hacerlo. La misma que utilizó Romeo para subir al balcón de su Julieta.
El mismo verde que me quitó el sueño y lo transformó generosamente en ojeras.

Palabrería que cantabas la cual era mi auténtica perdición, resonando en mis oídos por días y las que repetía en sonidos mudos en las noches más frías de invierno. Pocas veces se quedaban colgando en tus labios, o rebotaban contra tu perfecta dentadura. Brillante como un auténtico diamante de Tiffany & Co.

Tu canon de belleza al más puro estilo de la antigua Grecia. Perfección absoluta. Pasión e inspiración. Desatando las mayores de las envidias allá por donde pasaras, queriendo besarte o, ser como tú.

Lo que nadie supo fue lo que escondías, un sin fin de risas robadas, besos devueltos con retraso pero siempre pagando intereses. Abrazos que abarcaban galaxias completas, teniendo celos el sol, puesto que el calor que ya recibía no venía de él, sino de ti.

Entre tanto, supe conocer mi suerte, supe valorar y darme cuenta de que aquello que creía soñado formaba parte de un principio de cuento, pero de esos que no tienen final, ni se comen perdices.

Un final que se marca con sólo cuando los dos corazones dejan de latir. No importa si se han adentrado en ti después de mi, porque lo que un día se quiere, no se puede borrar de un corazón marcado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario