lunes, 2 de marzo de 2015

Yo, mi, me, conmigo.

El otro día me desperté al escuchar unos insistentes golpes en mi ventana, era la felicidad que venía para quedarse bastante tiempo, lo supuse por todas las maletas que traía. Me comentó que dejara abierta la ventana para que se fuera todo el aire que me contaminaba, y de paso para traer más cosas que se había dejado en la calle. Mientras, en el salón escuché todas aquellas carcajadas perdidas en tus labios, se pusieron muy contentas de verme y de tanto que gritaban, tarde un buen rato en saber lo que querían decirme "que nos quedamos nosotras también, pero prometemos no estorbar" escuché. Tras los sonidos del timbre de la puerta se escondía mi sonrisa, aquella que decidió irse el día que te encontré, pero que había decidido volver a casa, que había visto medio mundo y que a nadie que no fuera yo le sentaba tan bien aquella curva en los labios.

Les puse de comer, venían hambrientas de mi. De escucharme llorar, pero de alegría. Porque no hay nada más bonito que llorar de alegría, pensé en aquel momento. Me contaron que ya era hora de recobrarlas, que no me iban a volver a dejar solo.

Fui testigo en aquel momento de lo que perdí, de lo que dejé ir, se me escaparon; aunque por suerte supieron regresar. Y con más fuerza que nunca.

Nos pusimos al día, nos contamos todo. Supieron como iluminarme y hacer que recobrara el brillo de mis ojos al ser feliz. Para mi sorpresa, me comprendieron y decidieron que deberíamos de estar más unidos que nunca. Tardé casi media hora en analizar la situación, pero lo único que pensaba es que volvería a ser yo, que era ese el motivo por el cual habían venido.

Sacaron la basura, todas aquellas malas caras, lágrimas y demás amarguras que me habías causado. Supieron curar mi corazón, vendarlo y coser las heridas más espeluznantes que podría haber en aquel órgano que carecía de razón. 

No puse queja alguna, puesto que lo hacían por mi bien. Supieron perdonarme que un día las borrara de un plumazo de mi mapa, de mi rostro, de mi vida. Pero allí estaban mis ganas de ser feliz, reluciendo como si fuera el primer día, y si cabe, con mucha más fuerza e ilusión.

En resumen, te comento que vuelvo a ser feliz. 
Yo, conmigo.
Y mis cosas. Mis más y mis más menos que más.

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