Les puse de comer, venían hambrientas de mi. De escucharme llorar, pero de alegría. Porque no hay nada más bonito que llorar de alegría, pensé en aquel momento. Me contaron que ya era hora de recobrarlas, que no me iban a volver a dejar solo.
Fui testigo en aquel momento de lo que perdí, de lo que dejé ir, se me escaparon; aunque por suerte supieron regresar. Y con más fuerza que nunca.
Nos pusimos al día, nos contamos todo. Supieron como iluminarme y hacer que recobrara el brillo de mis ojos al ser feliz. Para mi sorpresa, me comprendieron y decidieron que deberíamos de estar más unidos que nunca. Tardé casi media hora en analizar la situación, pero lo único que pensaba es que volvería a ser yo, que era ese el motivo por el cual habían venido.
Sacaron la basura, todas aquellas malas caras, lágrimas y demás amarguras que me habías causado. Supieron curar mi corazón, vendarlo y coser las heridas más espeluznantes que podría haber en aquel órgano que carecía de razón.
No puse queja alguna, puesto que lo hacían por mi bien. Supieron perdonarme que un día las borrara de un plumazo de mi mapa, de mi rostro, de mi vida. Pero allí estaban mis ganas de ser feliz, reluciendo como si fuera el primer día, y si cabe, con mucha más fuerza e ilusión.
En resumen, te comento que vuelvo a ser feliz.
Yo, conmigo.
Y mis cosas. Mis más y mis más menos que más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario