sábado, 14 de febrero de 2015

Me voy, me fui. Ya no estoy.

Al final he decidido hacer las maletas, pero no me las he llevado. Si te preguntas dónde estarán, te comento que las he dejado en tu puerta. Metí todo, ropa, mi reloj (le tenía manía a ese maldito aparato, siempre haciendo que el tiempo se evaporase cuando estaba contigo y que los minutos se convirtieran en años a la hora de estar separados), aquellos zapatos que me regalaste (que sí, que me siguen encantado, pero se me quedaron pequeños al igual que tu amor). La colonia que tanto te gustaba, me acuerdo cuando la oliste por primera vez; de mi cuello a tu nariz. Se te cambió la cara, y creo que en ese momento te enamoraste un poquito más de mi. Y si miras bien, debajo de toda la ropa y de todas las ilusiones rotas, hay una cajita, en ella está todo lo que te quise decir cuando me callabas a besos. Ten cuidado al abrirla porque pueden salir frases volando como si de una bomba se tratara.

Y es que me pongo a pensar y acabo de caer en que no te he dicho la combinación del candado, pero supongo que tú ya la sabrás, que ya la habrás abierto y te habrá saltado todo a la cara.
Los recuerdos me los he llevado, lo siento; los dos sabemos que yo los voy a cuidar mejor. Otra cosa no, pero recuerdos nunca has sabido guardar. Corazones sí, por donde pasabas arrasabas, siempre dejando tu firma. 

Ni que decir tengo que no hace falta que me mandes la maleta de vuelta porque me he ido, lejos, para no volver. Espero. Creo. Supongo...

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